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El Cabildo ha invertido 2'4
millones de euros en la obra, que cuenta con área de estudio, exposiciones,
archivos y documentación
18 de diciembre de 2014
Los manuscritos lulianos de Fuerteventura,
tres pequeños códices (155x115mm) encuadernados en lino, recubiertos de seda
roja y escritos en letra gótica, con toda probabilidad durante la estancia de
Fray Juan de Santorcaz y San Diego de Alcalá en Betancuria durante la segunda
mitad del siglo XIV, volvieron hoy a la Isla dos siglos después de su traslado
a Gran Canaria a finales del s XIX, con motivo de la inauguración del Archivo
General Insular que se celebró esta tarde.
La inversión en el edificio y su equipamiento
se ubica en torno a los 2'8 millones de euros (2'4 millones sólo la obra). "Apostamos
durante la crisis por la inversión en cultura y conocimiento, por dignificar y
potenciar el Archivo General Insular de Fuerteventura, porque sabemos que
detrás de esta denominación hay un equipo humano increíblemente válido y
comprometido con nuestra sociedad", señaló el presidente del Cabildo,
Mario Cabrera.
Definió este proyecto como "una frondosa raíz
que nos enlaza con nuestro pasado como pueblo. Y que además tiene la virtud de
alimentarnos y enriquecernos como sociedad a través de los conocimientos que
alberga".
Por eso el principal
reconocimiento debe ir dirigido a todo el equipo técnico que durante estos años
y bajo la dirección de Rosario Cerdeña
han convertido al Cabildo de
Fuerteventura en referente en materia de Patrimonio Histórico y
Publicaciones. "Junto a ellos un reconocimiento al trabajo inicial que
allá por 1965 realizaron don Roberto Roldán Verdejo y doña Candelaria Delgado
González, recuperando aquellos viejos documentos del Cabildo de
Betancuria para crear el primer fondo documental. Luego, de la mano de don
Francisco Navarro Artiles y todos su colaboradores el trabajo se fue
enriqueciendo con publicaciones, la biblioteca y una extensa labor de
investigación", recordó el presidente del Cabildo.
El acto de inauguración contó también con la intervención
de José Lavandera, responsable de patrimonio histórico de la Diócesis de
Canarias, que participó en la cesión de los manuscritos lulianos para que
pudieran ser expuestos. José Lavandera señaló que "con toda probabilidad
estas sean las mejores instalaciones con las que cuenta un archivo en Canarias,
felicito al Cabildo por esta obra"; y explicó que la exposición de los
textos lulianos "tiene un significado especial, los vi por primera vez
cuando tenía 13 años en el Seminario y hoy se hace posible que vuelvan a ser
expuesto en Fuerteventura".
Marcial Morales, alcalde de Puerto del Rosario, relacionó
esta obra con las presentaciones de otras que ya se han hecho y que
próximamente se harán, como el Parque Tecnológico y el Palacio de Formación y
Congresos, "demuestras que cuando se planifica y se pone empeño las cosas
no sólo se hacen posible, sino que salen muye bien".
Mientras que el consejero de Patrimonio
Histórico y Cultura, Juan Jiménez, se refirió a la importante inversión
en infraestructura cultural que está haciendo el Cabildo y señal singularmente
este edificio, "como una obra funcional y emblemática, que contribuirá a
mejorar el entorno urbano de Puerto del Rosario".
Edilia Pérez, consejera delegada de Obras en el Cabildo de
Fuerteventura recordó que este proyecto se puso en marcha desde la pasada
Legislatura, "ha costado mucho llevarlo a cabo, y por eso hay que
reconocer a todos los compañeros y compañeras que desde las distintas Consejerías
han participado en que hoy sea uan realidad".
Características
La construcción del
edificio del Archivo Histórico de Fuerteventura ha
requerido de una inversión de 2.484.24 euros. La superficie total construida es
de 3.557 m2, en una parcela rectangular de 17x55m. El proyecto es obra de los
arquitectos Nuría Vallespín, Jorge Arribas y Daniel Padrón, y se distribuye en
cuatro plantas (sótano, planta baja, primera y segunda).
El edificio cuenta con un
diseño específico ubicado en torno a una plaza
que relaciona el edificio con las otras instalaciones públicas ya
construidas y en servicio y las que está previsto realizar en la zona en un
futuro al tratarse de una parcela de titularidad pública. El edificio cuenta
además con espacios destinados a actividades culturales, sala de exposiciones,
sala de investigación, sala de estudios, etc.
Como criterios generales,
la doble finalidad del edificio (conservación de la memoria documental
histórica – funciones administrativas y de investigación) lleva a su ordenación
en dos zonas bien diferentes, articuladas por un amplio acceso y vestíbulo
público en conexión con la plaza y la ciudad, accesible desde ambos lados del
edificio, convirtiéndose en una prolongación de la plaza pública.
A partir de ahí, un área
de archivo perfectamente ordenada y compacta, concebida como un lugar donde el
valor de su contenido y el funcionamiento del programa que encierra, se
anteponen a cualquier otro condicionante de tipo arquitectónico evidenciándose en
la rotundidad geométrica del volumen con que se plantea. Con respecto al
otro bloque, dedicado a actividades culturales, se plantea con carácter público
y la vocación de compartir y transmitir la información guardada en el volumen
principal.
En relación a la
distribución, el sótano cuenta con 869 m2 de superficie, que se destinarán a
instalaciones, fondo documental y servicios. La planta baja 810 m2,
distribuidos en vestíbulo, recepción, sala de actos culturales.
Mientras que la primera
planta, con 764 m2, cuenta con un bloque dedicado a actividades culturales que
incluye un área de exposiciones de 264 m2; y un bloque de depósito, fondos
documentales y trabajo. En la segunda planta, con 699 m2, se destina igualmente
una parte a área de trabajo y fondo documental, y otra parte a salas para
investigadores, biblioteca, audiovisuales, informática, etc.
Manuscritos Lulianos
Los denominados Manuscritos
Lulianos son unos textos del siglo XV,
relacionados con el entorno de Fray Juan de Santorcaz y San Diego de Alcalá, y
considerados los más antiguos escritos en Canarias. Combinan enseñanzas de
Ramón Lull con anotaciones propias y referencias a Betancuria y Fuerteventura.
Durante siglos permanecieron en Betancuria, dando testimonio del papel
relevante que la localidad desempeñó en la expansión atlántica.
Desde finales del siglo XIX
fueron trasladados a Gran Canaria para
una mejor conservación, ante el peligro de deterioro que venían sufriendo en la
Isla.
Fray Juan de Santorcaz nació en la villa de Santorcaz, situada cerca de
Alcalá de Henares, Madrid. Llegó a Fuerteventura en el año 1441, procedente del
convento de Santa Eulalia de Marchena, junto con Diego de San Nicolás,
posteriormente canonizado con el nombre de San Diego de Alcalá.
Ambos vinieron a Canarias con la finalidad de evangelizar y vivieron en el
convento de San Buenaventura de Betancuria. Fray Diego era lego, desempeñó el
oficio de portero y se distinguió por su predicación y caridad. También fue
guardián del convento, cargo principal que denota el prestigio que alcanzó.
Regresó a la Península y falleció en Alcalá de Henares en el año 1463. Fray
Juan era buen teólogo y en el convento fue lector y maestro, encargado de la
formación de los frailes y de misionar. Murió ya anciano en Betancuria hacia el
año 1485. Su fama de santidad dio lugar a que sus restos se conservaran durante
mucho tiempo en un arca de madera, en el propio convento, donde eran objeto de
veneración.
Raimundo Lulio creó un
sistema filosófico que postulaba la conciliación entre fe y ciencia, entendiendo
a ésta como una preparación para la fe. Ramón Lull escribió más de doscientas
obras entre libros y opúsculos Este método, denominado luliano y destinado a
demostrar la verdad, se reflejó en una serie de gráficos y textos, de los que
encontramos un ejemplo copiado en el manuscrito Torcaz I de Betancuria. El
lulismo se caracterizó por combinar los estudios lingüísticos y teológicos para
que los misioneros pudieran evangelizar.
El convento franciscano
de Betancuria fue el lugar en el que residió Fray Juan de Santorcaz y donde
probablemente realizó las copias de los textos lulianos. Fue erigido por
licencia pontificia concedida en la sede papal de Peñíscola en 1416. La Vicaría
Franciscana de Canarias fue creada en 1423, con sede en Betancuria.
